En esa gran torre oscura pasa sus días...a veces baja a los suburbios a relacionarse con los mortales. Le puedes ver por la noche entre los barrios de la ciudad. Entre otros rostros se esconde, rostros que se asimilan al suyo. Todo lo que le rodea sigue la misma temática. Ella y los suyos expelen olor a lirios, ropa americana y ataúd. En síntesis, olor a muerte.  Por las calles se viste de negro con bizeras deportivas dónde oculta la vista enrojecida y por las altura de la cueva que habita la puedes divisar con el pelo lacio y brillante, tocando el piano enfervorecidamente.

Personajes intrigantes la rodean. Una mujer de rasgos asiáticos con trenzas pegadas a la cabeza vestida  con chaqueta con capucha de pelo sintético que no se saca nunca. Durante su tiempo de ocio gusta de pasar las horas en locales de máquinas tragamonedas, es una ludópata empedernida. No tiene suerte en el amor pero sí en la calle. Siempre se esconde tras Ella con un cartón de vino en la mano y en la otra una navaja. Camina mucho durante el día repartiendo la merca, bajo grandes temperaturas  pero no se saca la chaqueta. Olor a humedad y cigarro expele su deteriorada chaqueta llena de compartimentos en donde guarda pequeñas bolsas ziploc con diferentes sustancias. 

Un olor a muerte expelen al pasar esa pandilla a tu lado. Te hacen temblar. También hay del sexo masculino. Los eligió con pinza. Los de verdad. Los psicópatas. Pero en esa pandilla nadie es más loco que nadie aunque todos, insuperables. Los hombres de esta estirpe son muñecos de porcelana de pelo negro azulado. Usan buzos negros de seda  y el cierre del polerón hasta el filudo mentón.



  





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